24.10.08

Dolores

Es cierto que la música se transmite por el aire pero también de boca en boca.
Tal vez fuera en 1982 cuando mi amigo Pepín Cabello me contara que su hermano mayor iba aquella noche de viernes al concierto de Hilario Camacho. Hasta ese día jamás escuché ese nombre pero con el tiempo pude hacerme con un disco suyo (El final del viaje, un clásico de la música española). Como era lógico en esos años de escasez tecnológica, se trataba de un disco cuyo cartón estaba tan gastado como el vinilo que contenía.
Con dieciséis años pensaba que el mundo que no había conocido era un tesoro que debía descubrir y así, sin quererlo, fui conociendo al hoy desaparecido y también olvidado Hilario Camacho.
En la actualidad, gracias a los buscadores de vídeo, rescato “Dolores”, una canción que entonces y ahora me emociona enormemente.
Se trata de una canción “romántica” con la ingenuidad y la sencillez del movimiento hippie que tardíamente llegaba a la España convulsa de la Transición. En ella podréis descubrir una letra diáfana pero muy sugerente de uno de los mejores cantautores (que así se llamaban) del final del siglo XX. De estos cantantes y de su labor (didáctica) en el rescate de la poesía española ya hablaremos otro día.
Dadle al play y tatareadla hasta el final. Merece la pena.

23.10.08

Clin-clon

Clin-clon, clin-clon. Llueve, llueve. Clin-clon. El semáforo sigue en rojo. Clin-clon. Las escobillas del limpiaparabrisas se agarran a las curvas del cristal como las manos de un amante. Clin-clon... Elipsis... El cielo parecía romperse. Océanos de agua sobre el microscópico seiscientos. Clin-clon. "Párate, nos vamos a matar"-tuvo que decir mi madre". Clin-clon. Una carretera comarcal andaluza hacia 1972, cerca de ningún sitio. Clin-clon. "El coche no funciona" -debió de decir mi padre mientras se miraban aterrados-. Mi hermana y yo permanecíamos callados aunque expectantes. Clin-clon. El vehículo de un desconocido nos rescata en medio del diluvio. Mi padre, como buen capitán de un seiscientos, es el único que no abandona su posición. Clin-clon. El semáforo verde descorre con rutina la cortinilla negra de esta tarde de otoño de 2008.

16.10.08

Las dificultades expresivas

Imaginas el verso, lo repites y lo pules con la terquedad del mar. Luego, un salto al vacío, y el cristal empañado del papel lo oscurece hasta olvidarlo. ¡Maldito himno gigante y etéreo!

12.10.08

Estío-juventud (Manuel Machado)

Sin avisar, han llegado las primeras lluvias del otoño. La luz ha cambiado y los días se hacen más cortos. Aunque el otoño es mi estación del año favorita, este año el verano me ha sabido a poco. ¡Me resisto a que se vaya! Por ello, hoy propongo un soneto modernista –o, al menos, eso creo. Espero que Juan Antonio me lo confirme– de don Manuel Machado que ilustra magníficamente la esencia del verano que no quiero peder. Ahí va.

Estío-juventud

Calentura del año, plenitud de la vida,
verdor del alma y gloria de la vega…
Ciega
locura encendida.
Verano, juventud, orgía de colores.
¡Vivo carmín del labio sediento!...
Violento
rojo de los claveles embriagadores.
…Y mientras aquí
Amor pronuncia su sí
–bemol–,
la verde laca del laurel
chorrea –como miel–
la luz del sol
.
Manuel Machado

8.10.08

El otro viaje

Los días, las horas, el traqueteo de los kilómetros. El tiempo como el latido de la tierra. Viajar es volver al pasado, al tiempo de los otros, al tiempo que jamás viviremos.
Frente al mar griego, ola a ola, azul contra azul, solo se adivinan luces, costas como espaldas, olivos de plata: el fluir permanente de las horas.
En este escenario de islas y ecos arcádicos, un eneas en los ojos, indago en los resquicios del viaje. Parece un paisaje conocido, vivido por mí no sé cuándo.
Como el pasajero del tren, miro y miro hasta verme de frente, con la soledad de siempre. Una imagen tras otra, una cadena de sonidos constante en su variación, un coche, un tren, un barco, un aeropuerto. Son cadencias de una misma sensación: imágenes, paisajes, sonidos y, al final, tu propio viaje, la búsqueda del centro de tu propia esencia.
Viajamos para encontrarnos, quizá para sentir que los demás se buscan inconscientemente, a ciegas. Supongo que sin saberlo.
Aquí, frente a la eterna Grecia, como un Ulises pensativo, miro y me reflejo a mí mismo.
Grecia, 07-07-08.