14.11.11

Once bueyes



Con la metafórica frase “los números no son bueyes que se cansen”, mi padre me desveló los aleatorios vaivenes de la fortuna, mucho antes incluso de que supiera que la realidad pudiera superar la ficción. Adivinar por qué se repiten los actos humanos, imaginar toda suerte de posibilidades, buenas o malas, resulta muy didáctico para cualquier persona, más aun cuando se es un niño.
Estos días de sorteos y de casualidades (11 del 11 del 11) me han traído su recuerdo y sus ideas sobre lo posible y lo probable, especialmente cuando su número favorito era el once. Son curiosidades, coincidencias inexplicables, repeticiones azarosas, como si un dios burlón las dispusiera, pero que de algún modo influyen en nuestras vidas. Mi padre, por ejemplo, firmaba siempre la página 111 de los libros que adquiría, nació y también murió un día 11, y nueve meses menos un día después nació mi hija. Algún buey debió de cansarse.

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